miércoles, 25 de agosto de 2021

La BatiCao del verano

De viaje a Faro 2019

En el verano de 2019, mientras me dirigía a la concentración de Faro en Portugal, recibí una llamada que me alegró el resto del viaje. No recuerdo muy bien cómo consiguieron mi número, pero se pusieron en contacto conmigo desde un medio digital dedicado a la moto, para colaborar con ellos como editor. Me ilusionó sobremanera, ya que nunca había escrito remuneradamente. El acuerdo no era para tirar cohetes en lo económico. Más bien era algo simbólico. Pero, a fin de cuentas, esto me daba algo de visibilidad en este competido mundo de la prensa del motor. Las pruebas de modelos no tardaron en llegar. Y a pesar de parecer una tarea atractiva, no siempre se puede bailar con la guapa del grupo. De hecho, hoy quisiera compartir parte de lo que tuve que escribir después de mi cita con la fea, pero engreída, de la clase. 

MH Bogga 125

La primera vez que me subí a una 125 fue a los 17 años. De esto ya hace la solera de 28 primaveras, con lo que la actual normativa de carnets no existía. En cualquier caso, entonces no tenía tampoco carnet válido para conducir aquella moto. Fue en un camino, en lo que hoy es la Vía Verde del Alberche. Antes estaba abierta al tráfico rodado y como estaba cerca de nuestra zona, echábamos allí algún que otro rato. La moto era de un amigo de un pueblo cercano, algo mayor que yo. Era una Aprilia Tuareg Rally. Es cierto que acostumbrado a los 7 u 8 C.V. que daría mi ciclomotor, “trucado” a 74 c.c., me hubiera impresionado hasta una Vespa. Pero es que aquella 125 me despeinó para todo el día y me plasmó una sonrisa de enamorado en mi imberbe cara. En regímenes bajos y medios era una moto tranquila y noble. Tirando a rezongona. Pero cuando la válvula de escape abría, el motor empujaba rabioso y perdías tracción constantemente. El camino se convertía en estrecho y el campo parecía que se iba a acabar. ¡Cómo corría aquello! Qué pedazo de moto era la Tuareg Rally: grande de tamaño, suspensiones trail de largo recorrido y apariencia de querer comerse el desierto entero.

Aprilia Tuareg Rally 125

Este próximo otoño hará dos años que tuve el “honor” de probar la MH Bogga 125. Cuando la recogí en el concesionario, inevitablemente me acordé de aquel día sobre la Tuareg Rally. Intentaba ser positivo. Intentaba ser objetivo. No había parangón con aquel día en el que quedé tan impresionado. Vale que, en más de un cuarto de siglo, todo ha cambiado. Normativa, limitaciones, carnet convalidado con el del coche, modas, tendencias. Yo mismo he cambiado más de lo que podría imaginar. Pero lo que la Bogga 125 representa, es una mezcolanza de diferentes tendencias, fusionadas en una pequeña amalgama de infortunios. Si bien la moda café racer llegó a nuestras vidas hace no pocos años, el que los fabricantes hayan plasmado esta tendencia de mercado en alguno de sus modelos, es de lo más natural.

Malditas modas... 

El conjunto de tipos de moto que hoy malamente se asocian a las café racer (brat, scrambler, incluso bobber y otras acepciones custom) se mezclan como la música. Ya no nos extraña encontrar un grupo rociero que haga fusión y que defina su estilo como rumba- metal -hip-hop. La Bogga, no se queda atrás. Partiendo de una apariencia retro, sus líneas superiores (depósito y asiento) podrían entrar dentro de lo que actualmente nos dan a entender que puede ser una café racer. Sin embargo, sus semi manillares por encima de la tija, excesivamente abiertos y horizontales, hace que echemos de menos un manillar a dos alturas, como bien monta su hermana melliza: la Bogga Rocker. La postura de conducción, debido en gran parte a estos semi manillares, queda un poco antinatural. Si seguimos hacia atrás, su colín más bien sería de un estilo brat, pero que directamente parece plagiado de los diseños de la Yamaha SR 250 de los 80. Eso sí, de nuevo volveríamos al café racer, con su cuidado piloto y guardabarros trasero.

Aquí, sufriendo (sin ironía).

Pero cuando la miramos por delante, nos encontramos una horquilla invertida, desproporcionalmente grande respecto a la moto, rematada por un ancho neumático delantero. Aquí no sé si MH ha querido imitar a la Suzuki VanVan, o darle un toque bobber. Eso sí, ambos neumáticos son mixtos, queriendo dar al conjunto una apariencia de scrambler, que queda por completo olvidada cuando vemos el colector de su escape saliendo por debajo, sin protección alguna. Por último, mencionar los espejos en los extremos de los semi manillares, queriendo de nuevo volver a la imagen café racer, pero consiguiendo únicamente entorpecer el paso entre los coches cuando circulamos en ciudad.

Esta mezcolanza, rica en cantidad de ingredientes, pero no así en cuanto a emulgentes que hagan de todo una mezcla homogénea, quedó bautizada en mis adentros como la BatiCao sevillana (MH son las siglas de Motor Hispania). Esta BatiCao se presenta como una moto sencilla, de imagen aparente para el profano y de funcionamiento suave y sencillo para el principiante. Lástima que esa suavidad del motor se refleje exponencialmente en la respuesta de este. Un motor carente de bajos por completo, con un escalonamiento entre primera y segunda que la deja fuera de cualquier prueba de aceleración a la salida de un semáforo y que, a pesar de su anodino sonido, vibra en alta lo suficiente como para dormirte las manos y las innombrables, después de un trayecto de autovía no demasiado largo. Sus suspensiones, carentes de poder de absorción alguno, te hacen saltar los empastes en cuanto te descuidas: secas, duras y dignas de una moto de trescientos kilos. ¿A quién de MH se le ocurrió poner semejantes patas de silla por suspensiones? He de apuntar algo realmente positivo en la Bogga: su claxon. Parece una tontería, pero es el mejor claxon de serie que he probado en mi vida. Bitono, con suficiente potencia para hacerte notar, debería ser montado en todas las motos del mercado por decreto ley.

Mítica película de mi adolescencia

El precio de compra de esta 125, 2495€, hace que sea el objetivo perfecto para principiantes en el mundo de las motos. Sin embargo, la calidad esperada en una moto nueva, aunque sea de tan bajo precio, tampoco está a la altura. Cuando recogí la moto, esta arrancaba y se paraba al instante. La quería subir en mi remolque, para llevarla a casa y desde allí empezar a probarla. Malamente conseguí subirla en los pocos segundos que el motor se mantuvo en marcha. Anotar que me la entregaron con más mierda que el palo de un gallinero, con lo que la primera impresión ya no podía ser peor.  Al llegar a casa, tuve que tirarla cuesta abajo en el garaje comunitario, para que se pusiera en marcha. Vale que era una unidad de prueba, ya con cierto tiempo (2017) y con algo más de dos mil kilómetros. Pero con esa edad y uso, uno se espera que la moto esté casi a estrenar. Supongo que la fabricación china de este modelo pseudo español, hace que la vejez pueda llegar más prematuramente de lo que uno espera.

Rayo McQueen dando lecciones a todo milenial.

Aunque está claro que el que realmente está envejeciendo soy yo, al permitirme hacer públicos comentarios sobre las nuevas generaciones. Justo esas que nos tendrán que pagar la pensión a los que nacimos en aquellos dorados años de transición. Y si eres un joven milenial, o generación Zeta y te hallas leyendo este singular artículo, déjame despedirme con dos comentarios: Gracias por dedicar tu tiempo a leer. Es importante saber todo cuando uno cree que ya lo sabía, solo por el hecho de ser joven. Y, en segundo lugar, déjame recordar aquel día encima de la Tuareg Rally 125 y ese otro encima de la Bogga 125. Días de Trueno comparado con Cars. El Sargento de Hierro, comparado con Toy Story. Motos que forjaban jóvenes hombres, comparado con motos para chavales que se hidratan la barba con acondicionadores olor lavanda. Nos vamos a extinguir.


Uves y ráfagas. 

J. Gutiérrez. 


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